martes, 25 de noviembre de 2008

EXTRAÑAMENTE SERENO

Cuando abrí los ojos me encontré extrañamente sereno.
Al incorporarme crucé mi mano casi instintivamente hasta el lado izquierdo de mi pecho. Y no lo sentí.

Miré mi mano para asegurarme que era la mía. La lamí y me supo al hierro que trabajaba todos los días. La acaricié, la apreté mientras la observaba. La sentí.
Cambié de mano pero esta, al igual que la hermana, solo me devolvió indiferencia. Las miré como se las mira alguien que acabara de pintarse las uñas. Les di la vuelta para asegurarme que las líneas seguían allí. Me encontraba extrañamente sereno.

Me levanté, en silencio, para hacer el camino descalzo hacia la otra habitación. Noté como el dobladillo del pantalón del pijama me rozaba en el tobillo y sentí un estremecimiento que recorrió mi cuerpo. De la ventana me llego el aroma a tierra mojada. Hacia frío.

Los pies daban cuenta de cada una de las imperfecciones de la fría y blanca loza de mármol mientras me acercaba al espejo que todas las mañanas me devolvía mi reflejo con la honesta crueldad de un niño.
Al ver mi pecho por fin lo entendí.
Anoche te llevaste mi corazón.
Y me encontré, extrañamente sereno.



Jesús Navarro.

No hay comentarios: