miércoles, 25 de marzo de 2009

Octubre


Estaba echado yo en la tierra,
enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la
amarilla
dulzura de su
claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente

abría el haza
oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla

en su entraña
partida honradamente.

Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,

pleno de su sentir alto y profundo,

al ancho surco del terruño tierno;

a ver si con romperlo y con sembrarlo,

la primavera le mostraba al mundo

el árbol puro del amor eterno.



Juan Ramón Jiménez


(con una dedicatoria especial para ti morena)

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