miércoles, 24 de diciembre de 2008

GANAS DE LLORAR


Ganas de llorar,
lágrimas que no se llevará el viento,
que no barrerá la lluvia,
que se posarán sobre mis entrañas
con la suavidad
con la que el rocío lo hace sobre la mañana.

El espejo viejo de mi cuarto
me devuelve hoy una mueca,
apenas un gesto de muñeco roto,
cansado;
Mientras, a lo lejos,
un ruiseñor ronco
amenaza la mañana
con su trinar desvalido
de poeta muerto.

Ganas de llorar,
el sonajero extraño y latente
de mi corazón
agita tempestades,
suena a llanto cándido
de noche de sábado,
estrena gorgojeo
de madrugada y estación.

Y Lloro,
lloro porque tú no estás aquí,
porque te has marchado,
porque te has ido,
porque sé a ciencia cierta
que ya nunca volverás.
Lloro desconsoladamente
como no lo había hecho antes,
un río de angustia recorre
una a una mis vértebras,
terror
pavor
miedo.
Despierto, y entre los dedos
de mis manos negras de ceniza
apenas si alcanzo a vislumbrar
la borrosa puerta de arena
por la que te fuiste.

Fuera, los niños juegan alegres
con sus gorritos de lana y sus guantes,
es invierno,
hace frío,
frío y viento,
pero los niños juegan.
Pareciera que el mundo,
sórdido y liviano,
se hubiera dividido en dos:
uno vivo y cotidiano
de nubes, niños y palomas;
otro gris y ajeno,
yerto,
podrido de lamentos
del que tus ojos ya se volaron para siempre.

JUAN ANTONIO GONZÁLEZ MOLINA

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